lunes, 1 de marzo de 2010

Un necesario impuestazo confiscador


Tomamos en consideración lo observado por el Gran Orador de Barrio Parque sobre la necesidad de diseñar una reforma tributaria en la Ciudad, en oportunidad del extraordinario discurso que diera hoy para abrir las sesiones legislativas. Oratoria creativa, inteligente y precisa, tal como nos tiene acostumbrados el Garca.
Recordemos que con previsiones conservadoras en términos de la reacción en la recaudación del Impuesto sobre los Ingresos Brutos con respecto a la mejora de la actividad económica y la inflación, por lo menos $1350 millones adicionales de recaudación esperan por ingresar a las arcas "municipales", para beneplácito de la derecha administrativa distrital.
Estos recursos, en parte, ya fueron asignados por la medida de actualización del salario docente, a un costo estimado de $500 millones. Con lo restante, el Ejecutivo debe negociar sendas partitarias, con los trabajadores de la salud y de la administración general. El número daría casi justito.
Pero retomando, la reforma tributaria es una necesidad de este golpeado Estado Local, que no puede esperar, si tomamos en consideración que su presupuesto debe recuperar importancia con respecto a la economía del distrito (fue del 6,5% en 2008): a valores de 2010 ello implicaría al menos $5000 millones más, que a su vez implicarían un incremento del 27% en un presupuesto que pasaría así de $18.000 millones a $23.000 millones.
Medido "en subte andando" este incremento del presupuesto significaría 17 nuevos kilómetros en un año, más que todos los tendidos faltantes previstos en la propia Ley de Subtes. La mención del indicador no tiene mayor sentido - como casi todo lo que aquí se escribe, por otra parte - en principio porque es imposible cavar tanto tunel en un año. Pero sin perjuicio de ello la magnitud permite visualizar el problema de descoordinación entre la expansión de la economía de la Ciudad y la capacidad del Estado para brindar soluciones sociales y de infraestructura que la hagan vivible en lo cotidiano.
Una reforma tributaria progresiva supone incrementar el peso de los gravámenes a la propiedad y a la renta, y en términos relativos hacer caer el peso de los gravámenes sobre el consumo (transacciones cotidianas).
Con la estructura jurídica vigente, los impuestos sobre la propiedad son los mentados ABL y Patentes, impuestos sobre la renta no existen y los impuestos sobre las transacciones (Ingresos Brutos, mayormente) pesan poco más del 70% del total de la recaudación. ABL más Patentes sólo el 18,4%.
De esta forma, la disposición al diálogo que muestra este gran Estadista oriundo de Barrio Parque desemboca en la posibilidad y la necesidad de establecer el debate sobre la reforma fiscal. Y para ello se deben atender distintas esferas de tabajo:
1. La creación de nuevos impuestos que peguen sobre las ganancias extraordinarias de las grandes empresas que tienen su sede en la Ciudad, que son muchísimas.
2. La revisión progresiva de alícuotas y valores fiscales que antipáticamente apliquen coeficientes diferenciales para las zonas chetas de la Ciudad para el denominado ABL, y así podamos escuchar los vituperos, y hasta las cacerolas de gran cantidad de vecinos premium.
3. La revisión de la tabla de alícuotas del Impuesto a los Ingresos Brutos, con énfasis en las empresas de Telecomunicaciones y la actividad de la Construcción.
4. La solución el problema interjurisdiccional (ejem...) que impide a la Ciudad cobrar Ingresos Brutos a las empresas de Juegos de Azar (proxi $1200 millones anuales).
5. La sanción del proyecto de ley para eliminar la exención del mismo impuesto sobre las transacciones de la Bolsa de Comercio, y la compra y venta de bonos (proxi $1500 millones anuales).
El límite que encuentra esta barbarie recaudativa es la baja presión fiscal de la Ciudad, que todavía debe crecer, pero que haciendo pesar el carácter de metrópoli competitiva para las empresas que quieran montar sus administraciones centrales en ella.
Continuará.

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