lunes, 2 de febrero de 2009

El desmayo de Buonanotte, visto por Miriam y Andrés


Peregrinar hasta Mendoza, un domingo, para ver a River Plate, a este River Plate, merece un reconocimiento. Es un fervor de hincha. Encontrar un amigo en los accesos del Mundialista es una gran casualidad y ver a su equipo de los amores es una desgracia.
Les pasó a Miriam y Andrés, ayer. Se saludaron con afecto, entraron y se ubicaron en la popular. Se sentaron con la esperanza de ver el principio de la recuperacíón de un conjunto, insalvable, con los mediocres jugadores que lo conforman actualmente.
Miriam y Andrés responden a la clasificación de hinchas de River que asiste al agujero negro de su trayectoria deportiva con sorpresa e incredulidad. Su amarga cuota de puteada a los jugadores en público, algo imperdonable, es menor que la de otros hinchas que se mueven a sus anchas en el infierno y la vergüenza de ver jugar a su equipo.
En especial los clásicos. Se constituyeron en una pesadilla, desde que cualquier divisional menor, los combinados de la cantera de Boca le pintan la cara con toda autoridad, juegan un futbol de alto vuelo, despliegan individualidades de jerarquía, hacen goles, crean situaciones y, fundamentalmente, defienden de mitad de cancha para atrás sacando permanentemente al equipo del fondo. No sale a aguantar de mitad de cancha para atrás ningún resultado en ninguna cancha.
Miriam no, tampoco Andrés, se quejaron como el capitán de River, Oscar Ahumada, de que “no se meta la pata”.
En un movimiento que la delantera de Boca repitió en cuatro oportunidades, Pablo Mouche, altísimo delantero, con un notable manejo de los dos perfiles, que utiliza de manera indistinta, con velocidad, agresividad y sorpresa, definió de izquierda y anotó el primer gol. Antes había mandado una igual afuera y en otra había tirado una cucharita, por encima del arquero más cascoteado de la historia de un clásico, que quedó corta.
Miriam lanzó una puteada y miró para el banco, en una solicitud de milagro que no va a llegar. Andrés no se alegró tanto, ya en el segundo tiempo, cuando vió que ingresaba Diego Buonanotte. Miriam, conocedora, lo aplaudió, pero por su cabeza pasó Cristiano Ronaldo, lo comparó con este muñequito de torta y supo que estaban condenados, si este era su ángel salvador.
Finalmente, un marcador central de 20 años, jugando de cuatro titular en la primera de Boca, entró en posición de nueve, y siendo diestro, definió de zurda luego de realizar una finta frente al arquero. Miriam se tomo la cara con las dos manos. Andrés gritaba todo tipo de improperios. Peor, desde hacía más de cinco minutos se había sumado a los cánticos generalizados de la hinchada puteando a los jugadores, cantos que se sostenían en el momento del segundo gol.
Sólo restaba que Diego Buonanotte…se desmayara y dejara con nueve a su equipo. Sí, Miriam: siempre se puede estar peor.
-Viste que vetó la Ley de Emergencia Habitacional. – comentó a la salida Miriam, que en los momentos difíciles actúa con suficiencia y naturalidad.
-Si, es un turro. – contestó Andrés, mientras buscaba una explicación a todo esto.

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