miércoles, 4 de febrero de 2009

La etimología del escrache y la política fiscal


La rama sojera del partido de la derecha, un partido transversal que se filtra a través de distintas variantes opositoras que van desde el PRO, hasta la Coalición Cívica, pasando por el jorgebustismo entrerriano, tiene una genuina pluma en el popular Mariano Grondona, otro usurpador de lonjas de terreno en el coqueto Barrio Parque della nostra cittá, junto a la familia del inefable Tilingo.
En esta oportunidad su columna en el diario La Nación que Nació en Caseros, está dedicada al análisis de la etimología y los antecedentes concretos del concepto de ESCRACHE. Naturalmente el abordaje de este tema viene a colación (siempre quise escribir "viene a colación") de la lamentable agresión que las formaciones especiales de la rama agraria cometieran contra el diputado kirchnerista Chivo Rossi, por su tarea en oportunidad de juntar los votos para aprobar la 125.
Rossi se halla en una compleja situación, en la que puede ser sacrificado en la arena electoral, como parte de un acuerdo que el kirchnerismo cree que debe cerrar con el corredor menemista Carlos Reuteman.
Independientemente del asco que producen los dichos y las manifestaciones del colectivo económico denominado "el campo", es importante remarcar que, cualquiera sea la situación coyuntural en la Argentina, es necesario, indispensable, apropiar desde el Estado, la renta de la tierra pampeana, para sostener en la economía niveles de ocupación razonables en la industria, de forma que se torne la Argentina un país medianamente vivible.
Como esto no va a cambiar, menos en el corto plazo, habrá que acostumbrarse a disputar cuerpo a cuerpo el terreno del debate público con la oligarquía y su periferia, que defienden un modelo de país con un millón y medio de puestos de trabajo menos.
En una tcmización del prestigioso matutino, Grondona expone una interpretación, venal y sincera, sobre la excitación que le produce asistir a los escraches contra kirchneristas.
Como la prepotencia "del campo", que va desde el desabastecimiento hasta la portación de armas en los cortes de ruta, su explicación y su presentación a las mayorías guarda coherencia con esos valores, y también destruye palabras y conceptos.

Veamos la justificación del escrache por Grondona:
"El verbo escrachar existe en el Diccionario de la Lengua Española, aunque con estos significados ligeramente distintos del que usamos habitualmente: "romper, destruir, aplastar" o "fotografiar a una persona". El hecho es que el escrache, como acaba de confirmarlo a su pesar el diputado kirchnerista Agustín Rossi en Laguna Paiva, Santa Fe, ya ha pasado a formar parte de nuestro imaginario colectivo. Si tuviéramos que definirlo, ajustando la versión que ofrece el Dicionario a nuestra realidad cotidiana, diríamos que el escrache es una agresión física que no llega a ser cruenta contra aquellas personas a las cuales sus agresores procuran menoscabar simbólicamente delante de la sociedad.
Vengan de donde vinieren, los escraches suelen recibir una serie casi unánime de condenas. Son escasos los que dicen "apruebo tal o cual escrache" porque en tal caso estarían confesando abiertamente que adhieren a una forma de acción directa reñida con la democracia.
Pero, a fuerza de ser sinceros, también tendríamos que admitir que "antes" de emitir el juicio reprobatorio del escrache que nos pide la doctrina democrática, chisporrotea en nuestro inconsciente un impulso instintivo, al que rápidamente acallamos, de simpatía o antipatía hacia sus autores. Cuando el que comenta un escrache siente antipatía por quienes lo cometieron, su condena es categórica. Pero, cuando siente simpatía por ellos, generalmente sostiene que, aunque los "condena", los "comprende".
¿Sería demasiado aventurado suponer entonces que, frente al escrache de Laguna Paiva, la gente de campo, antes de condenarlo públicamente, ha sentido simpatía por sus autores? Esta conjetura se reforzaría si le agregáramos la hipótesis de que el verdadero blanco de la "agresión simbólica" de Laguna Paiva no fue el diputado Rossi sino el ex presidente Kirchner, que es su mandante.
El Gobierno, por su parte, haría bien en no detener su análisis del acontecimiento en la condena de lo que pasó, porque debería preguntarse además hasta dónde pretende llegar él mismo en sus agresiones contra el campo. Rossi estaba a punto de distribuir como dádiva una parte mínima de lo que el kirchnerismo le está sacando al campo bajo las más diversas formas. Y esto es lo que más indignó a los atacantes, según sus propias declaraciones: que el kirchnerismo finge estar ayudando al campo cuando, en realidad, lo aborrece
."
Nota completa aquí.
El escriba de dictaduras logra condensar en pocos párrafos la simplicidad discursiva de la derecha, formada por un conjunto de tips de uso remanido que van construyendo la cadena de mentiras de pretendida obviedad y sentido común, sobre la que cabalga el discurso reaccionario.
En este caso la justificación se centra en dos pilares, también conocidos:
El primero es que si el Estado cobra impuestos, sostiene una estrategia fiscal y monetaria y luego hace obra pública ("dádiva" según el barrioparquense), sus representantes son sujeto de escrache. Un absurdo total. Qué pretenden? No pagar un puto impuesto? Prefieren juntar la guita entre ellos, en cada pueblo, y luego repartirla entre los pobres del lugar? Una increíble idea sobre el Estado, que los obligaría a ir todos los días hasta el Banco Central a comprar verdes para que el precio del dolar no caiga en la Argentina, por ejemplo.
El segundo es la presentación de Kirchner como polo de atracción para todo el odio de esta clase dinámica, la oligarquía agro financiera, y sus satélites, los combativos "chacareros" del Grito de Alcorta. Una de manual, diría Laclau.

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