lunes, 11 de enero de 2010

Un escondrijo para los monstruos


Con su habitual economía literaria, el gran Horacio González comienza a problematizar sobre "el encierro discursivo" de la derecha gobernácula, la del partido monosilábico.
Ceñida ante la especulación sobre cómo y cuándo hacer públicas sus verdaderas ideas e intenciones, la experiencia derechista (ya se termina, no nos preocupemos) se manifiesta por medio de las denominadas "marchas y contramarchas", que hicieron las mieles de la comunicación progresista porteña, en un clásico equiparable, sólo, al extendido "palos en la rueda", del Nativo de Barrio Parque.
Por fin, el Máximo Sociólogo Peronista, hecha luz sobre una de las veras especificidades de la derecha chaba local: el ocultamiento de los mostruos que militan en sus filas.
Cierto, pero se pasa por alto que la fundación de partidos como éstos –que son nuevos y ya nacen viejos– tiene como función eminente la de ser el cobertizo que guarde los arietes para la tarea de horadar la historia y revisar los actos civilizatorios sobre cuyos rieles deben correr los capítulos sucesivos de la vida nacional. Más que un partido, entonces, el PRO tiene la forma necesaria de otra cosa: es la lanza, la sigla que carga secretamente el pensar no declarado de un importante arco de políticos y de algún modo de un amplio sector enmohecido del sistema partidario.
Completa acá.

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