jueves, 29 de enero de 2009

Sobre el Heliorebote de antisemitismo


A un negro se le puede decir negro mil veces, en público, en un medio masivo de comunicación, pegarle, escupirlo, discriminarlo sin más. Aún peor, la máxima autoridad del Ejecutivo de la Ciudad puede referirse a la extranjería con sentido diferenciador y nadie va a decir nada. Ningún cónsul o embajador de un país hermano o limítrofe va a saltar. Nada de nada.
Si cuatro servicios infiltrados en una organización que se proclama de izquierda van a escrachar la embajada del Estado Terrorista de Israel, o a un judío notable, dan pié al planteo del rebrote antisemita. Que pelotudez.
El antisemitismo en la Argentina es algo imposible. No hace falta ni explicar las razones. Las referencias despectivas sobre judíos están a la par con otras dirigidas a distintos colectivos nacionales y/o raciales.
Por ejemplo: tano bruto, gallego animal, boliviano de mierda, peruano chorro. Nadie se enoja tanto como los judíos. En realidad lo usan para contaminar de sionismo las instituciones de los países, para influir en los medios de comunicación, en definitiva, para desviar la atención y justificar en algún grado los latrocinios cometidos por el Estado de Israel, la pieza del imperialismo en el juego medioriental.
Sinó fíjense como el Subsecretario de Derechos Humanos de Derecha, Helio Rebot, el de la “ética de la responsabilidad”, se esfuerza por encontrar los síntomas de la escalada de antisemitismo que denuncia la DAIA:
"Estas manifestaciones de las que participaron conocidos dirigentes sociales, son claros actos antisemitas, que como tales merecen no sólo nuestro más enérgico repudio, sino el pedido de las máximas sanciones conforme a las leyes vigentes.
Nos preocupa que dirigentes que deberían bregar por la paz y la unidad entre los pueblos del mundo y la armonía entre los porteños, estén alimentando odios que podrían traer graves consecuencias en nuestra comunidad. Lamentablemente no nos estamos refiriendo a un hecho aislado, sino a una verdadera escalada de odio antisemita, ya que a estos últimos ataques se deben sumar el acto realizado en el Cementerio de la Chacarita para homenajear al capitán Hans Langsdorff —quien en 1939, tras hacer explotar el buque Graf Spee en las costas de Montevideo, llegó a Buenos Aires y se suicidó— en diciembre pasado y la aparición de simbología nazi en el Hospital de niños Garrahan.

En tiempos en los que el mundo vuelve a caer en la sinrazón de la violencia y la guerra, renovamos nuestro compromiso con la construcción de una paz duradera entre todos los hombres y mujeres sin distinción…en tal sentido, quienes somos dirigentes tenemos la responsabilidad de apelar a los mayores esfuerzos para sostener la paz y armonía entre los vecinos de la ciudad, en nuestros barrios y en nuestras calles, resaltando el respeto mutuo y la convivencia como valores supremos, primando la coexistencia y la unidad en la diversidad".
Inimputable, como el Estado de Israel, es este gordo michettista filolilista de Rebot. Fiel a la tradición grossista de hacer buena letra con la Embajada de Estados Unidos, propone un listado exhaustivo sobre las señales del rebrote antisemita en la Ciudad, y se hace el logi con la caterva de probados represores que contrata su compañerito, el Monstruo Young.
Pero los verdaderos instigadores de esta escalada de comunicación prosionista son los forros del trotskismo, que van a hacer esas protestas absurdas a la Embajada de Israel o a la AMIA.
Flaco favor le hacen al pueblo palestino, dando cabida al desprestigio que impulsan las cadenas de noticias, agregando un renglón en el relevamiento rebotiano.
Política de derechos humanos “sobre el presente, no tanto sobre el pasado”.
Una superación, como le gusta decir a la Peligrosa Gabriela Michetti, cada vez más cerca del republicanismo ecuménico de Carrió, que en su periódico recorrido jerosolimitano, con una amiga judía, participa de todos los ritos, menos del musulmán, por supuesto.
Ay…la derecha, un gobierno que se queja de los ghettos de hace setenta años a 10.000 kilómetros de aquí, pero quiere montar ghettos, ahora, a diez cuadras de su sede central.

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