martes, 20 de enero de 2009

Toma del Lisando de la Torre


En la madrugada del 17 de enero de 1959 los trabajadores del Frigorífico Nacional con Sebastián Borro al frente fueron desalojados de la empresa, por tanquetas del ejército ajustadas al flamante Plan Conintes. Era el final de la mentira de Frondizi, un admirado del Garca.
Los trabajadores del Frigorífico resistieron el intento de privatización, una medida que despuntaba como ejemplo temprano de los programas de ajuste del FMI. El contenido de la toma era justo y sintético. El Frigorífico en manos del Estado era una barrera de contención para los intentos monopolistas en el mercado de la carne. Sus instalaciones eran las más importantes de Latinoamérica. La agresión liberal se sumaba a la lógica de los contratos de entrega de la renta petrolera que preparaba el desarrollismo.
La organización de los trabajadores del frigorífico garantizó desde el primer momento de la toma la gestión de la planta. Se trataba de un sindicato de fábrica conducido por un dirigente notable del movimiento obrero argentino de todas las épocas, el inolvidable Sebastián Borro.
El 17 de octubre del 45 Borro laburaba en un pequeño taller metalúrgico, cuyo patrón no podía concebir que los trabajadores le bajaran la palanca, desconectaran la fuerza motriz de la fábrica y se sumaran al paro de apoyo al Coronel Perón. Borro recordaba con simpleza esa inflexión de la Argentina. Del Lisandro de la Torre lo tuvieron que sacar con las tanquetas. Lo conoció al Che, se reunió con él, también con el Bebe Cooke.
La toma con paro desató una espiral de solidaridad y militancia en todo Mataderos. A dos horas de iniciarse diez mil vecinos la bancaban en la puerta. La gremial interna previó una secuencia defensiva en caso de intento de recuperación por parte de los milicos: la caldera permanecería prendida para repeler con agua caliente a la agresión y se liberarían los animales acorralados. Gustavo Rearte andaba por ahí, organizando.

El ministro de Economía Alvaro Alzogaray es perseguido por chanchos liberados por peronistas, en la calle Florida.
John William Cooke formaba parte de la militancia activa de la hora. Su interpretación exacta de la coyuntura, desde el Comando Nacional de la Resistencia Peronista decía:
“Los agentes del imperialismo, desde los cargos oficiales, utilizan el monopolio de la propaganda para atribuir a la huela general los móviles más aviesos y las complicidades más absurdas. Esta huelga es política, en el sentido de que obedece a móviles más amplios y trascendentes que un aumento de salarios o una fijación de jornada laboral. Aquí se lucha por el futuro de la clase trabajadora y por el futuro de la nación. Los obreros argentinos no desean ver a su patria sumida en la indignidad colonial, juguete de los designios de los imperialismos en lucha…En un país sometido al capital foráneo, no hay posibilidades de desarrollo nacional. Tampoco puede existir una justa participación de la clase trabajadora en la conducción política, ni en el reparto del producto social…Si los medios de lucha que ha usado no son del agrado de los personajes que detentan posiciones oficiales, les recordamos que los ciudadanos no tienen posibilidad de expresarse democráticamente y deben alternar entre persecuciones policiales y elecciones fraudulentas. No es posible proscribir al pueblo de los asuntos nacionales y luego pretender que acepte pasivamente el atropello de sus libertades, a sus intereses materiales y a la soberanía argentina. No sé si este movimiento de protesta es subversivo, eso es cuestión de terminología, y en los países coloniales son las oligarquías las que manejan el diccionario.
Por ello el pueblo está en su derecho de apelar a todos los recursos y a toda clase de lucha para impedir que siga adelante el siniestro plan entreguista.”

El jefe de la Federal, Ezequiel Niceto, les dice a los trabajadores que armen una Cooperativa para alquilar el Frigorífico y los interpela para que bajen la medida so pena de represión.
En la madrugada del 17, 3000 policías, al mando del conocido Comisario Margaride, avanzan sobre los 6000 laburantes que sostenían la movilización en las puertas de la planta. Desde adentro largaron las vacas, pero éstas, plácidamente, se dedicaron a pastar en los alrededores. Luego de horas de resistencia sobrevino el desalojo.
Las 62 largan un paro general. Los dirigentes de los gremios son encarcelados y surgen militantes de base para la organización del conflicto. Los trabajadores de los frigoríficos privados se suman con energía y obligan al gobierno a militarizar la zona y a reprimir.
Se luchó durante cinco días en las calles de Mataderos. El gobierno perfilaba el posterior Conintes, que lo habilitaba a movilizar al Ejército en la represión y a realizar juicios a civiles con código militar. Los trabajadores de las fábricas Pirelli y Federal se suman a la escalada.
La represión logró desarticular la cadena de organización espontánea. La burocracia entregó el conflicto, a fin de no perder las miserables prebendas que ofrecía Frondizi.
En 1960 el frigorífico se privatizó. El mecanismo se haría común treinta años después: se lo vendió en $380 millones y se lo subsidió por $500 millones. Del monto original, los nuevos dueños sólo desembolsaron $38 millones. Se perdieron 5000 puestos de trabajo. La Corporación Argentina de Productores de Carne, los nuevos dueños.
La perspectiva del conflicto del Nacional fue vasta. Supuso una experiencia de gestión de los medios de producción por parte de los trabajadores inédita, y constituyó un embrión doctrinario de la gesta metalúrgica de mediados de los sesenta que condujo el gran Avelino Fernández.
El viejo Borro sirvió a la clase trabajadora hasta el último de sus días, transmitiendo a generaciones de peronistas y militantes populares los detalles de aquella pelea.
Fue un hito indispensable para entender la energía de la clase en el recorrido de la Resistencia Peronista, y fue antecedente del Cordobaza y el Rosariazo de fines de los 60. También marcó los límites de la opción insurreccional con base obrera, sobre la que Cooke intentó forjar una doctrina y un método. El cambio de condiciones de acumulación del capitalismo a escala mundial le puso freno a esta forma.
En una de sus primeras acciones de gobierno, el Tilingo vetó una ley de reparación económica para los presos del Conintes. Dijo que si alguien habría de pagarles algo, tenía que ser el gobierno nacional.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y claro, que se podía esperar?!
por ideologia, por hijo de puta y por bolsillo ... (este se cree en serio que los ingresos del estado local son suyos)

muy linda la nota! gracias!