"Pero más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos". Eva Perón
martes, 16 de diciembre de 2008
Un ministro de educación burro y gorilón
El post es largo, asi que bánquenselo y sepan disculpar.
Seguimos con el desarticulador del sistema educativo estatal, aprovechando que subió una nota de opinión en el matutino más leído. En la columna el ministro expone su filosofía sobre la política social. Comentaremos algunos desafortunados párrafos para exponer la nula conceptualización que subyace el discurso del ministro y su aún más infeliz prosa.
“Sea que se trate de subsidios, planes, presupuestos anuales o criterios de asignación de recursos y distribución de beneficios, se mueven al ritmo de una economía tambaleante que se puede describir como un péndulo esquizoide. Se tambalea hacia el lado de la demagogia distributiva cuando las cuentas son generosas para el administrador, y se refugia en el ajuste cuando le son adversas. Así, funcionó durante poco menos de un siglo la vida política en la Argentina”.
El planteo es que cuando el Estado incrementa los recursos en las areas sociales lo hace por demagogia populista. El Ministro se refiere a los gobiernos que durante el último siglo efectivamente lo hicieron: Perón I y II, Illia, Cámpora y Kirchner. Los demás, ejemplos del ajuste, fueron gobiernos de corte liberal, neoliberal o conservador, según se los quiera rotular, independientemente que hayan sido elegidos por el voto o impuestos por el Golpe. Entonces generalizar sin precisar no es honesto: como educador, el ministro debería consignar claramente en qué etapas se invirtieron recursos en el Area Social, aunque luego diga que fue por mera especulación electoral e intento de melonear a las masas, como acostumbra caracterizar el Gorileo. Su administración se inscribe en el conjunto de los ajustadores. Aunque su ajuste es selectivo, ya que achica en el area social y transfiere hacia los dueños del capital. El péndulo ya no sería esquizoide, sino ideológico.
Otro problema son los ciclos recurrentes de la economía argentina, que derivan en el problemas de las finanzas públicas, pero a ese respecto no nos referiremos en este post porque se haría muy largo.
“Frente a la actual crisis internacional algo de esta lógica parece ponerse en juego, dejándose ver algunas consecuencias para quienes asumimos la responsabilidad de gobernar costados sensibles de la política pública, como lo es la educación. Aunque para el lego en materia de política económica parezca que las que peligran son las grandes compañías multinacionales, los mayores intereses amenazados son en realidad los de los más desfavorecidos, destinatarios primeros de las políticas sociales. Y por eso es que en ellos debe pensarse al analizar, criticar o gobernar esta coyuntura.”
Señalamos que el ministro forma parte de una administración que como expuso TCM acá, acá y acá hace política pro cíclica recesiva y disminuye relativamente los recursos del area social.
“La única forma de superar esta crisis sin que los platos rotos terminen siendo pagados por los más pobres es poner a salvo desde el comienzo a la educación y a las políticas sociales respecto de este péndulo entre la demagogia distributiva del clientelismo y la tecnocracia neoliberal del ajuste. Gobernar es también redistribuir capital social y esto supone asumir un humanismo modernizador que demanda algunas condiciones y tomas de partido respecto de las relaciones entre economía, Estado y sociedad.”
Tecnocracia neoliberal es la que representa, al entender del ministro, el Jefe de gabinete HRL – HDUCLLDP que acosa permanentemente a la Peligrosa Gabriela Michetti, hada madrina del ministro. Esta contrapuesta a “demagogia distributiva del clientelismo”, concepto al que el ministro le va incorporando determinaciones cada vez más despectivas.
“Una de estas posiciones tiene que ver con asumir como escenario dado a la organización económica capitalista, y hacer todo lo posible por que sea un capitalismo democrático, sin temerle de más, ni estereotipar sus modos de funcionamiento.”
Aunque sus intenciones sean loables, capitalismo y democracia verdadera son irreconciliables, contradicción insuperable desde el humanismo clerical. TCM comparte que al capitalismo no hay que temerle, hay que enfrentarlo porque es la ruina de la humanidad, y estereotiparlo es una buena táctica para aclarar sus verdaderas consecuencias.
“Otro aspecto a revisar es el carácter "benefactor" del Estado cuando asume la función que le es propia, distribuir. Existe una clásica demagogia distributiva, o distribucionismo clientelar, que busca efectos inmediatos de reconocimiento político y retención de beneficiarios fieles. La genuina función del Estado, en cambio, es compensar la incapacidad del mercado para interpretar y valorar la justicia y resguardar institucionalmente el desarrollo social, que es imposible en el contexto de una pura lógica de intercambios libres donde los que triunfan son los más fuertes. Esto demanda una actitud de responsabilidad frente a la ciudadanía, antes que de derroche para cumplir compromisos corporativos o electorales. Demanda evaluar los plazos extensos de cada decisión.”
Y dale que dale con lo clientelar. El discurso del ministro es tan viejo como el Estado liberal, y supone que las masas son un conjunto de gente pelotuda, arreable de acá para ahí. Propio de todo el pensamiento derechista menospreciador de la humanidad. Lo jugoso del párrafo es la concepción de Estado como compensador de la incapacidad del mercado. Coherente con lo realizado en su gestión: que el sector privado lleve la iniciativa, avance hasta donde la rentabilidad le convenga y luego el Estado marginalmente atienda al resto. Esta reaccionaria concepción confirma la tendencia de su gestión para favorecer la educación privada y el resultado será el achicamiento y la precarización del sistema estatal.
“Estas reflexiones apuntan a ilustrar detalles de aquel movimiento ondulante al que parecen estar condenadas tanto nuestra economía como las políticas sociales que de ella dependen en gran medida. Apuntan a mostrar los efectos perniciosos y seguramente no deseados de una sostenida política que, aunque se resguarde tras -o se exponga con- discursos "progresistas", carece de la propia y necesaria responsabilidad social que la define.”
Humildemente, este gaznápido dice que nos ilustra; lo que debería hacer es echar al pasante que le escribió la nota que es una porquería ilegible. Encima intenta justificar que es un ajustador neoliberal creando la contrafigura del progresista irresponsable. En su contexto cualquier administración que incremente los recursos del area educativa sería: clientelar, irresponsable, demagógica, corporativa, derrochadora, efectista, distribucionista.
“Los que van a contramano del corso, que por suerte siempre los hay, defienden una distribución racional, bien fundada y no "efectista" en los tiempos de relativa certidumbre y ante las situaciones de crisis llaman la atención sobre la insensibilidad de los ajustes respecto de la vida de la gente, que es mucho más que un índice en un gráfico o el saldo de un análisis contable. En el terreno económico, la contrarreceta es una actitud responsable: no tentarse de sacar provecho de la abundancia, para no tener que tomar las tijeras ante la crisis. Y en el campo educativo, como en todos los frentes sociales del Estado, la lucha cotidiana es por instalar a ultranza los intereses estructurales de la gente (de toda la gente) en la cima de la agenda. Una cornisa demasiado angosta, es cierto, pero es, sin dudas, el sendero que nos permitirá avanzar sin que terminemos arrinconados, como en los últimos setenta años, en alguno de los dos extremos del péndulo.”
A contramano del corso va este intelectual de libro de bolsillo. Su actitud es la peculiar "responsabilidad": si hoy alcanzan los recursos no los usemos, porque se mañana no alcanzan, habrán de faltar. Criterio berreta si los hay.
He aquí el pensamiento del ministro más formado del conservadurismo distrital, que como fácilmente demostramos no se gasta en agarrar un manualcito de economía o de políticas sociales, para cortar y pegar una nota: prefiere divagar en un mar de sofismas y boludeces sin sentido, referencia ni correlato real.
Eso sí, de exponer su pelambre gorila no se priva el educador.
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