domingo, 31 de mayo de 2009

Jorge Castro, de profesión analista


El gran Elba de Padua Lima (Tim) formuló una parábola que todo futbolero aficionado conoce: "el fútbol es una manta corta". La observación pondera los inevitables desajustes defensivos que ocasiona una estrategia de ataque con gran cantidad de jugadores, y viceversa. Es casi una verdad de perogrullo, pero es así.
Lo mismo ocurre con la economía, algunas veces, Señor analista Jorge Castro, que hoy escribe en Clarín que un país en serio como Brasil defiende a sus empresas multinacionales.
Haciendo abstracción sobre el basamento sociológico de ambas "burguesías nacionales", supongamos que la Argentina hubiera asumido la estrategia de Lula de mantener las tasas de interés altas y el tipo de cambio con tendencia de apreciación del real, como políticas de control de la inflación que imaginen de qué manera azotaría los bolsillos de los trabajadores brasileños.
La manta corta aplica al mucho más moderado ritmo de expansión de la economía en este ciclo de Lula, con respecto a la Argentina kirchnerista (menos de 4% por año en Brasil, más de 8% en la Argentina, sin perjuicio de las bases catatónicas del 2001).
Dice Luciano Coutinho, presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), y figura clave en la elaboración y ejecución de la visión estratégica de largo plazo del gobierno de Lula: "La internacionalización de empresas brasileñas es una política de Estado, a favor de la cual se utilizan todos los resortes de poder, desde los mercados de capitales hasta las inversiones en infraestructura, el desarrollo tecnológico y la plena utilización de la diplomacia (Itamaraty)".
Claro que este hábil escriba menemista, teórico de la estrategia de "relaciones carnales" que tan gustosamente interpretaron Di Tella y Escudé, evita hacer las obligadas referencias a la disparidad de ambas estructuras económicas, las escalas y el espíritu rentista del capital argentino.
Imagínense a los industriales argentinos, que ahora se quejan del atraso cambiario, si luego del salto devaluador del 2002, se les hubiera planteado la opción:
-Bueno señores, comenzaremos a apreciar el peso hasta $2,5, pero reduciremos a cero la tasa de interés del préstamo productivo (lo subsidiará el Estado, como en Brasil). Ahora sí, queremos que inviertan y se modernicen, que ganen competitividad por productividad genuina, y nos lancemos en esta nueva Argentina a la conquista del mundo.
De Mendicurren ya se subió a Autopista por Huergo, Richieri y andá buscar los enteritos Coniglio a la concha de su madre. Nó.
Es imposible con estos empresarios, no les importa el costo del capital, ni que el Estado se los baje, les importa el enclave productivo y los salarios bajos (vía devaluación).
No se van a especializar, no van a investigar, no son argentinos: el 85% del valor agregado de la cúpula de las primeras 500 empresas es transnacional.
Entonces señor Castro: sobre qué estrategia o geopolítica escribe Ud. en elgrandesestabilizadorargentino, si acá no hay empresas nacionales, luego de haber seguido estrictamente sus concejos durante los noventa?.
Panfleto descarado acá.

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